martes, 24 de mayo de 2011

Reflexiones tal vez cuánticas de Jean Paul Sartre


El miedo a la revolución. J.P. Sartre
No estoy completamente de acuerdo con Marcuse. Ante todo hay que definir qué se entiende por “movimiento revolucionario”. Es evidente que esto designa, en primer lugar, un movimiento en que las personas tienen en común, si no una ideología, por lo menos una voluntad de ruptura con el sistema en que viven, una toma de conciencia de la necesidad de inventar nuevas formas de lucha y de contra-violencia. Pero también supone que el movimiento tiene la posibilidad, al menos teórica, de hacer la revolución.

En Francia hay 700.000 estudiantes. No veo en absoluto cómo podrían arrancarle el poder a la burguesía, o a los “padres”, o a quien fuera quien lo detentare, si no se les unen los trabajadores. Los estudiantes pueden ser un detonador; acaban de mostrarlo. Pero eso es todo. Por lo demás, tienen perfecta conciencia de ello.

Para tener una posibilidad de hacer la revolución hay que ser capaz de oponer un contrapoder.

Y frente al aparato represivo de las clases poseyentes, del gobierno, del ejército, el único contrapoder que puede ejercerse es el de los productores, vale decir, el de los trabajadores. El arma del trabajador – la única, pero es el arma absoluta- es la negativa a entregar su producto a la sociedad. Entonces, todo el sistema se detiene. Pero esta ruptura sólo puede efectuarse si el productor entra en la lucha. Decir que la clase obrera, que es la única productora, queda suprimida como fuerza revolucionaria en las sociedades “de consumo” equivale a decir que ya nunca habrá revolución en estas sociedades. Sé que tal es la conclusión de Marcuse. Pero creo, justamente, que se ve desmedida por lo que acaba de ocurrir en Francia.

Porque en fin de cuentas los estudiantes no han estado solos. Diez millones de huelguistas los siguieron. No el primer día, pero por supuesto, ni hasta el final. Pero lo bastante rápido y lo bastante lejos como para que los obreros mismos hayan quedado asombrados.

Se han encontrado comprometidos, sin haberlo concertado, en un movimiento que iba radicalizándose cada vez más; espontáneamente, y que desembocaba en una nueva reivindicación: la de la dignidad, soberanía y poder. Se han arrojado a la acción con un novísimo sentimiento de libertad, de invención, pero sin comprender siempre lo que sucedía. Prueba de ello es que cuando se les dio la palabra, cuando se les pidió votar, entregaron su voto – en todo caso, muchos lo hicieron – a de Gaulle. Volvemos a encontrarnos el desajuste de que hablaba en una sociedad política completamente calma – la que acabamos volver a hallar – y una realidad social de violencia, que se puso de manifiesto durante el mes de mayo. En la acción todo era claro. Pero cuando se les pidió a los trabajadores que le pusieran un nombre a lo que reclamaban,, respondieron: “De Gaulle”. Es clásico. Lo importante es que la acción haya tenido lugar, cuando todo el mundo la juzgaba inimaginable. Si esta vez ha tenido lugar, puede reproducirse, y esto es lo que invalida el pesimismo revolucionario de Marcuse.

1 comentario:

  1. El temor, el miedo, vencer la inercia, son los elementos que impiden el avance. Siempre adelante, sin temor, respirando fuerte y aceptando cualquier cosa que quede atrás, solo así se nos permite evolucionar.

    ResponderEliminar