sábado, 26 de mayo de 2012

WALDEN DOS Utopía para la Reflexión

¿Quién no se ha parado alguna vez a pensar en la posibilidad de un tipo de vida diferente para sí mismo, para los suyos? ¿Quién no ha asomado en ocasiones la mirada o sus sueños hacia el horizonte imposible de ese azul celeste rasgado por las fachadas y tejados de los edificios que siguen ahí un día más tras el cristal de su inamovible despacho cuando, en el mejor de los casos, se tiene ventana junto a la mesa de la rutinaria oficina, absolutamente saturada de absurdos papeles con cifras y mentiras que nutren el cada día de ese esquema que no debería tal vez de existir y que se denomina calendario? A lo largo del tiempo que existimos en un sistema burocrático y controlado por los poderes financieros y políticos nos hemos hecho todos las mismas preguntas. Y a lo largo de la historia de la narración, muchos son los ejemplos que nos lanzan autores para abrir la cabeza a otras posibilidades, siendo la primera que me viene a la memoria, tal vez, aquella Cueva de Platón, y posteriormente, aunque siempre tratándose de la misma historia, “1984” de Orwell o “Un Mundo Feliz” del gran Huxley. Incluso el cómic “Matrix”, posteriormente adaptado de un modo magistral al cine para el nuevo público nos ahonda en este tema: el de reconocer que estamos absolutamente controlados en un sistema que nos disfraza de libertad cada mañana cuando nos encontramos sometidos a diferentes controles de férreos grados máximos y diversos. En 1948, fresca todavía la barbarie de la II Guerra Mundial, se establece en Nueva York la creación de la Organización de la Naciones Unidas, con el objetivo de que jamás se volvieran a vivir las enormes brutalidades. En ese mismo año Skinner escribe esta novela a medio camino del ensayo sociológico y la ciencia ficción en el que retrata una sociedad ficticia caracterizada por su fuerte reiteración del aspecto más social del ser humano, el papel de los instintos, y la herencia genética, de la naturaleza, y la propuesta de ser todo ello reducido al mínimo, en un intento de mejorar la capacidad de convivencia del ser humano mediante la reducción del papel predominante de los instintos. Skinner intentaba con este libro no acabar con la diferencia, como le criticaron algunos detractores, sino con la desigualdad. Y de un modo premonitorio, que casi sobrecoge al ser leído hoy, casi 65 años después, ya se postula como un crítico ante el sistema actual de capitalismo feroz tan amoral y dañino que comenzaría a crecer agigantada y egoístamente a partir de los años cincuenta hasta nuestros difíciles y actuales días. Al tiempo que Skinner elaboraba su trabajo literario, en las Naciones Unidas se redactaba la Declaración Universal de Derechos Humanos con ilustres personajes comprometidos con el ser humano como un joven de 31 años llamado Stephan Hessel, diplomático, escritor, y militante político francés, aunque nacido en Alemania, que había sido miembro de la Francia Libre durante la Segunda Guerra Mundial, y que debido también a su origen judío, sufrió la captura y tortura por la Gestapo, para pasar a ser recluso de los campos de concentración de Buchenwald y Dora-Mittelbau. Es paradójico este momento que puntualizamos en la elaboración de ambos escritos. Primero porque con el tiempo veríamos que no concluirían los estatutos de esa Declaración Universal las atrocidades en el mundo, sino que se extenderían mayormente con propagandas renovadas para encontrar las justificaciones desde las mentiras que todo el pueblo en su más compacta y domesticada masa posible entendiera como razones de Estado, cuando ya se detecta que siempre se trata de razones económicas de unos pocos engominados desalmados. Y segundo porque años después el propio Hessel sería altamente reconocido a nivel mundial con su pequeño alegato a la Indignación en los movimientos que han paralizado las capitales de todo el mundo bajo el lema de “¡Democracia Real!” hacia el sistema financiero y político de vergüenza. Hessel como padrino del movimiento de los Indignados con sus publicaciones “Indignaos” o “Comprometeos” demuestra ser un joven treintañero lúcido y enérgico a sus noventa y cinco años. Y es en estos mismos tiempos, cuando tanta indignación sentimos por los Sistemas que tanto nos ahogan y casi asesinan, cuando cobra vigencia curiosamente “Walden Dos”, en una especie de cruce cuántico de propuestas y utopías que cuanto menos nos acerquen a más y más preguntas, a seguir construyendo interrogantes que es cuestionar -menos mal- a lo establecido, o mejor dicho impuesto. A estas reflexiones que apuntan suave y ficticiamente Skinner, concreta y enérgicamente Hessel, solo llegan quienes apartaron la mirada de las sombras del muro y se giraron, aunque estuviera altamente prohibido, hacia la entrada de la Cueva para ver el origen y el por qué de esas figuras en sombra en el muro. Me apoyo en la platónica analogía para explicar que son muchos los que “ven la luz”, expresión que aunque manida sigue siendo absolutamente coherente; y que es el sistema el que quiere impedir a toda costa que sean muchos los que se den cuenta de ciertas cosas porque eso lo que conlleva es a la consiguiente valoración crítica de los poderes establecidos para el control de los grupos. Y a esos grupos se les prepara y domestica desde la infancia, en sistemas educativos que les dirijan hacia el no pensar por sí mismos, hacia la inclinación de la cabeza y el no mirar hacia horizontes … ¿prohibidos?... Lo que nos ha enseñado la Historia es que nada tiene más fuerza que la curiosidad humana. Un solo pensamiento en contra de lo establecido puede provocar una Revolución Social como la Francesa en 1789; o una Revolución Científica como la de Einstein con su ley de la Relatividad en 1915; o una literaria como la de Cervantes con El Quijote en 1605. Y así podríamos continuar con ejemplos y más y más ejemplos. Es curioso que toda la gente que consideramos admirable en cada uno de sus campos, desde el propio Jesucristo, han sido y son seres que generaron una revolución, que no pensaban igual, que criticaban o cuestionaban al poder establecido, tanto financiero como político. Y es curioso como el sistema trata de que no salgan más tipos así, forjando un mediocre sistema social y educativo desde el hipercontrol. No enseñando a saber, sino a obedecer; no sugiriendo reflexiones, sino imponiendo la memoria de fechas y nombres casi todos ellos curiosamente bélicos. Y cuando al Sistema se le escapa algún niño con un generador emocional de neuronas no acorde con los cánones y capaz de provocar inventos maravillosos tanto tangibles como espirituales para la mejor convivencia y existencia de sus semejantes, y por tanto para el crecimiento en todos los aspectos de la sociedad a la cual pertenece, cuando eso sucede, el Sistema trata de apropiarse de esa persona y de su idea, para controlarla, para que no genere un cambio en el propio Sistema. Y si aun con el intento empresarial y macromediático no lo consigue domar, a ese ser de luz y de incógnita, sencillamente se le quita de en medio con el disfraz de un accidente, o con la súbita y sospechosa aparición de un nuevo enajenado que siempre, dicen, se trata de un fanático que quería cobrar notoriedad con un significativo disparo. A través del recorrido por el ensayo/novela Walden Dos, a través de la colección de ejemplos prácticos de productividad, de divisas utópicas o no como los créditos de trabajo que tanto hoy se propugnan en redes y barrios; a través de postulaciones familiares y políticas, nos vamos dando cuenta que ese lugar idílico, Walden Dos, no es sino otro diseño más de un mundo feliz en el que nada de revolución puede haber tanto personal como colectiva pues no hay oponente al que lanzar la crítica, ni discutible poder establecido, convirtiéndose el grupo en ese diseño de Ideal en otro cuestionable Sistema. No existen las fórmulas sociales perfectas, pero sí la revolución personal e individual que surge a partir de la reflexión, del juicio, de comenzar a cuestionar y cuestionarse; y este libro, Walden Dos es sin duda -de ahí para mí su gran valor social, que no literario- una interesante puerta hacia este imprescindible principio