martes, 27 de abril de 2010

Palabras de Trigorin en LA GAVIOTA de Chejov...

Pues sabe usted cuál es mi luna particular?... Escribir… La necesidad de escribir… Una obsesión que me persigue día y noche; tengo que escribir, tengo que escribir… Acabo una novela y empiezo otra, sin saber muy bien por qué… y después una tercera y luego una cuarta… Escribo sin descanso como si no pudiese hacer otra cosa… ¿Cree usted que en esa carrera hay algo de… sincero… y de maravilloso… y de claro?... ¡Por Dios! Es una vida insensata… Y la prueba es que ahora estoy aquí a su lado, pero estoy todo el tiempo acordándome de que me está esperando una novela por terminar… Yo, por ejemplo, veo pasar una nube con forma de piano de cola y lo único que pienso es que tendré que decir en alguna ocasión que había una nube que parecía un piano de cola… Y, si de pronto huele a heliotropo, yo archivo: olor dulzón y olor de viuda y… acordarse de decirlo al contar una tarde de verano…Cualquier cosa que usted diga… o que diga yo, ¿qué más da?... la capturo inmediatamente y la guardo para mejor ocasión en el fondo de mi despensa literaria… por si acaso la necesito alguna vez… Y cuando dejo de trabajar da igual que me vaya al teatro o me vaya a pescar… Y da igual porque no puedo descansar ni olvidarme de nada de lo que tengo entre manos… Al contrario… la cabeza me da vueltas y más vueltas como si tuviese dentro una bola de hierro… Y la tiene… es un argumento nuevo y entonces tengo que volverme otra vez a la mesa de despacho y seguir escribiendo y escribiendo y escribiendo… Y así siempre, por siempre y para siempre...

sábado, 24 de abril de 2010

La Tierra estornuda


Todavía hoy, al tiempo que continúan las dificultades de miles de pasajeros para reghresar a sus distintas geografías, la noticia viene a ser esa misma precisamente, cuando deberíamos reflexionar si no estará Gaia dando al hombre un nuevo avbiso con uno de sus pequeños estornudos que tan gigantéscos, tan titánicos acontecen para el hombre. Pero este, que sigue siendo ese ser que tanto se mira en su ombligo, continúa sin analizar el ombligo u otras faccioones de la propia Tierra, ese ser vivo en el que habitamos llamado Gaia, y que ya comienza a estar harta de nosotros pues comienza a entendernos como un virus. Gaia tiene fiebre, se la provocamos nosotros, por ello acuden a decenas más y más acontecimientos como huracanes, ciclones y subidas de ciertos mares. Su cuerpo se resiente, su cuerpo responde a los malos tratos, su cuerpo somatiza la nefasta actitud hacia ella de el hombre. Eso es para mí precisamente el hecho anecdótico para tantos hombres y mujeres de un volcán en erupción en Islandia, nada más que un diminuto estornudo, o aviso, de la griposa Gaia. O nos lo tomamos en serio, o comenzarán sus fiebres, y entonces sí que se pondrá la cosa seria. Porque Gaia, al igual que nuestro propio cuerpo, nuestra propia química, tiene mecanismos de autodefensa, y en estos tiempos somos paradójicamente nosotros los que más le estamos provocando la alerta a esos mecanismos suyos. Por mí que siga estornudando, a ver si de una vez por todas nos damos un día cuenta.

domingo, 18 de abril de 2010

YA VEREIS COMO SÍ, ALGÚN DÍA

Las vacilantes moscas se alejarán de los platos

y de las córneas de los ángeles abandonados.

El retumbar de trompetas venéreas

y el restallido de inmensas flores de fuego

harán la misma cosa.

El cielo se tragará el oscuro y denso cielo,

y una digestión sedosa coronará en azul durmiente

y maternal las pieles de los niños. Sus sueños

no estarán nunca disecados en ordenadores de señores obtusos

y sus pizarras vileda.

Sus risas restallarán por las calles cicatrizadas

y los parques de dulce reinicio.

Sus manitas volarán como palomas cuánticas

al encuentro de otros dedos de azúcar y leche

que regalarán caricias y lunas,

caramelos de noche y peladillas de alba.


Habrá cobijo de bosques y abuelos,

y un montón de musicales bicicletas para el camino.

Cada uno de ellos será héroe de leyenda

en los cuadernos del poeta,

y cada una de sus sonrisas escalará

a los pliegues pesados de las frentes grises

y mediocres de los que ordenaron las destrucciones

y los imposibles olvidos.

Ellos viven porque hay vida.

Ellos son porque mi pena no les olvida.

No les puedo ignorar

tras el regalo de sus distancias, sus risas,

sus proyectos de travesura

y aventura de primeras adolescencias

regadas con caricias furtivas que ya nunca serán.

Ellos habitarán por siempre en mi corazón

y yo extenderé sus brazos a los continentes y sus oídos.

Habrá despachos que querrán silenciarme

no tan funestamente como a ellos silenciaron.

Pero mi verbo y mi grito saltarán por los acantilados,

escalarán los montes, treparán por los rascacielos.

Mi promesa de justicia a sus pestañas de lino

gravaré en las piedras, en los pechos, en los ríos.

Lloraré una y mil noches

el quebranto de sus huesos de leche o luna,

y golpearé con versos o firmes prosas

a quien encienda a los ignorantes con las confusas llamas

de los periódicos y telediarios,

a quien apriete con dedos de muerte ciertos botones rojos.

Os tengo en mi tinta, en mi uña, en la yema de cada dedo.

Salís de mis venas o arterias últimas

porque os lanzo desde el corazón

en forma de sangre enérgica al cuaderno.

Llegáis en un discurrir rojizo que se muta en la página

al negro de luto.

Permaneceréis en las memorias de las miradas curiosas

que asomen a mis páginas, que son el homenaje vuestro,

mis ángeles, mis niños, mis más queridos muertos

A todos los niños brutalmente asesinados en todas y cada una de las injustas, innombrables, vomitivas y avergonzantes guerras del mundo.

Alicante

9 de mayo de 2006

sábado, 17 de abril de 2010

Un poema de hace unos años...

HACIENDOME MAYOR

Voy a ti,

insondable edad

que prolongarás mis arrugas,

mis carencias, mis nubes

mis interrogantes,

mis adioses últimos,

y mis canas.

Voy a ti,

como hombre claro y sereno,

desprovisto de pueriles miedos,

desnudo de infranqueables infancias.

A ti me dirijo.

A ti voy,

con firmeza de monte

de centenas de milenios,

con enigma de noche,

con fluir de océanos.

Voy a ti,

caminando erguido,

con el orgullo de un bagaje preciso

del que no reniega quien a ti va,

quien de ti ha huido.

Voy poco a poco,

pero a ti decidido,

edad que me deparas edades,

caprichos, errores nuevamente,

y el amor, aunque tal vez escondido.

Voy, a ti,

alcanzándote en cada paso,

en cada madrugada o verso,

en cada labio o apellido.

Voy a ti,

flor del asfalto dañino,

pez de sonrisa de plata

y concluir húmedo y diamantino.

Voy a ti

edad que me recoges hombre,

todo sangre, carne,

palabra, verdad y recuerdo

de bosques y cementos.

Voy solo,

pájaro azul en las vacilantes nubes,

unicornio generoso,

descarnado de reproches,

enfados o recelos.

Cierro con amor

el amor múltiple entregado.

Para ir hacia ti

vacío y puramente renovado.

Dispuesto a la llamada

de los anónimos cisnes

que ya despliegan sus posibilidades

ante mis treinta y cinco

que iniciaticamente van quedando atrás

mientras a ti ahora me dirijo.

sábado, 10 de abril de 2010

Grande Haruki

Estoy disfrutando en plena comunión con las palabras y conclusiones sobre los vínculos que ha encontrado con los años Murakami entre entrenar para el maratón y escribir novelas.
En estos momentos que me encuentro ante dos semanas para mi segundo maratón, en Madrid; y comenzando mi cuarta novela, nada más adecuado que este libro que he empezado a leer bajo un sol enérgico en una terraza madrileña.
Como aperitivo:

Los pensamientos que acuden a mi mente cuando corro se parecen a las nubes del cielo. Nubes de diversas formas y tamaños. Nubes que vienen y se van. Pero el cielo siempre es el cielo. Las nubes son sólo meras invitadas. Algo que pasa de largo y se dispersa. Y sólo queda el cielo. El cielo es algo que, al tiempo que existe, no existe. Algo material y, a la vez, inmaterial. Y a nosotros no nos queda sino aceptar la existencia de ese inmenso recipiente tal cual es e intentar ir asimilándola.