domingo, 18 de abril de 2010

YA VEREIS COMO SÍ, ALGÚN DÍA

Las vacilantes moscas se alejarán de los platos

y de las córneas de los ángeles abandonados.

El retumbar de trompetas venéreas

y el restallido de inmensas flores de fuego

harán la misma cosa.

El cielo se tragará el oscuro y denso cielo,

y una digestión sedosa coronará en azul durmiente

y maternal las pieles de los niños. Sus sueños

no estarán nunca disecados en ordenadores de señores obtusos

y sus pizarras vileda.

Sus risas restallarán por las calles cicatrizadas

y los parques de dulce reinicio.

Sus manitas volarán como palomas cuánticas

al encuentro de otros dedos de azúcar y leche

que regalarán caricias y lunas,

caramelos de noche y peladillas de alba.


Habrá cobijo de bosques y abuelos,

y un montón de musicales bicicletas para el camino.

Cada uno de ellos será héroe de leyenda

en los cuadernos del poeta,

y cada una de sus sonrisas escalará

a los pliegues pesados de las frentes grises

y mediocres de los que ordenaron las destrucciones

y los imposibles olvidos.

Ellos viven porque hay vida.

Ellos son porque mi pena no les olvida.

No les puedo ignorar

tras el regalo de sus distancias, sus risas,

sus proyectos de travesura

y aventura de primeras adolescencias

regadas con caricias furtivas que ya nunca serán.

Ellos habitarán por siempre en mi corazón

y yo extenderé sus brazos a los continentes y sus oídos.

Habrá despachos que querrán silenciarme

no tan funestamente como a ellos silenciaron.

Pero mi verbo y mi grito saltarán por los acantilados,

escalarán los montes, treparán por los rascacielos.

Mi promesa de justicia a sus pestañas de lino

gravaré en las piedras, en los pechos, en los ríos.

Lloraré una y mil noches

el quebranto de sus huesos de leche o luna,

y golpearé con versos o firmes prosas

a quien encienda a los ignorantes con las confusas llamas

de los periódicos y telediarios,

a quien apriete con dedos de muerte ciertos botones rojos.

Os tengo en mi tinta, en mi uña, en la yema de cada dedo.

Salís de mis venas o arterias últimas

porque os lanzo desde el corazón

en forma de sangre enérgica al cuaderno.

Llegáis en un discurrir rojizo que se muta en la página

al negro de luto.

Permaneceréis en las memorias de las miradas curiosas

que asomen a mis páginas, que son el homenaje vuestro,

mis ángeles, mis niños, mis más queridos muertos

A todos los niños brutalmente asesinados en todas y cada una de las injustas, innombrables, vomitivas y avergonzantes guerras del mundo.

Alicante

9 de mayo de 2006

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