Estoy disfrutando en plena comunión con las palabras y conclusiones sobre los vínculos que ha encontrado con los años Murakami entre entrenar para el maratón y escribir novelas.
En estos momentos que me encuentro ante dos semanas para mi segundo maratón, en Madrid; y comenzando mi cuarta novela, nada más adecuado que este libro que he empezado a leer bajo un sol enérgico en una terraza madrileña.
Como aperitivo:
Los pensamientos que acuden a mi mente cuando corro se parecen a las nubes del cielo. Nubes de diversas formas y tamaños. Nubes que vienen y se van. Pero el cielo siempre es el cielo. Las nubes son sólo meras invitadas. Algo que pasa de largo y se dispersa. Y sólo queda el cielo. El cielo es algo que, al tiempo que existe, no existe. Algo material y, a la vez, inmaterial. Y a nosotros no nos queda sino aceptar la existencia de ese inmenso recipiente tal cual es e intentar ir asimilándola.
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