Jarry era un poeta influenciado por Baudelaire. Fue un crítico ferviente de la sociedad parisina. A los 20 años, llegó de Bretaña después de ser expulsado del Liceo. Desarrolló varias facetas artísticas, todas ellas con enorme genio. Entre sus escritos figuraban, entre otras muchas cosas, seis fragmentos dedicados a un personaje que creó cuando era un adolescente estudiante: el padre Ubú. Todo había surgido con una obra de títeres donde satirizaba a un pedante profesor de física, y que aprovechó en París potenciándole como patético fanfarrón prototipo del burgués de su tiempo, en el que el naturalismo se erigía en escena y la crisis de valores en la política y el resto de la vida pública.
La obra se convierte así en un claro exponente del simbolismo, movimiento que pretendía una mayor pureza para el arte, así como la búsqueda de un mundo superior ideal. Los simbolistas unían en sus trabajos erudición, crítica social y misticismo. En el Teatro, rechazaban el actor naturalista por humano, y por tanto por imperfecto.
Ubu Rey fue estrenada en París el 10 de diciembre de 1896, con un gran escándalo. Su estreno se interrumpió varias veces por los abucheos de los ofendidos y los vítores de los vanguardistas. Jarry había provocado un ataque frontal al público, hasta entonces sólo derecho exclusivo del bufón de la corte, del payaso, del cómico de variedades. Después del estreno la obra fue presentada sólo dos veces más con títeres mientras Jarry vivía.
Convencido de vivir en un mundo sin sentido, Alfred Jarry se propuso un sistema ilógico de la existencia: la patafísica. Practicó sobre su cuerpo esa filosofía hasta su autodestrucción a los 34 años. Y murió el día de Todos los Santos de 1907 de meningitis tuberculosa en el Hospital de Caridad. Apollinaire y los surrealistas redescubrieron a Jarry en 1916, lo reconocieron precursor de los pintores, compositores y poetas que rechazaban las formas tradicionales como falsas imágenes de un universo absurdo.
Jarry continuó la saga del Padre Ubú con Ubú en la colina, Ubú Cornudo y Ubú Encadenado. Pero es Ubú Rey la obra que fue representada por numerosas compañías. Su importancia radica en erigirse como canal para la renovación y ruptura del discurso y la práctica teatral contemporánea, y ser uno de los precursores del surrealismo, y del teatro del absurdo.
A día de hoy conmueve que una obra tan distorsionadora se acerque tanto a la realidad de los gobernantes autonómicos que nos tocan. Conmueve que lo verdaderamente patafísico hoy en día acontezca en ayuntamientos y palacios presidenciales donde se agrupan los Ubus como en un campo de coles.
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