jueves, 27 de mayo de 2010
Porque me gusta acariciar las páginas, subrayarlas, dejar huellecitas en ellas; porque me gusta contemplar el libro como dormido en siesta, o traviesamente esperando sugerente y seductor a que inicie en él, con él, mi viaje de letras; porque quiero que una vez leído tenga la posibilidad de un periplo incontrolable hacia otras manos distintas que, en otro tiempo y lugar, tocarán las mismas páginas, y por tanto, de alguna manera, mis manos mismas; porque amo lo tangible de sus diferentes formas, de sus diferentes tamaños y texturas, porque son amigos individuales y en conjunto a los que se les pide ayuda, con quienes se comparte el tesoro intransferible de las soledades nuestras; porque sin ellos en papel yo no tendría el mismo espíritu ni tal vez las inquietudes que puede que tú también tengas. Por todo ello, realmente, no creo que el e-book entre de lleno en mi vida...
jueves, 13 de mayo de 2010
Alfred Jarry y UBU REY
Jarry era un poeta influenciado por Baudelaire. Fue un crítico ferviente de la sociedad parisina. A los 20 años, llegó de Bretaña después de ser expulsado del Liceo. Desarrolló varias facetas artísticas, todas ellas con enorme genio. Entre sus escritos figuraban, entre otras muchas cosas, seis fragmentos dedicados a un personaje que creó cuando era un adolescente estudiante: el padre Ubú. Todo había surgido con una obra de títeres donde satirizaba a un pedante profesor de física, y que aprovechó en París potenciándole como patético fanfarrón prototipo del burgués de su tiempo, en el que el naturalismo se erigía en escena y la crisis de valores en la política y el resto de la vida pública.
La obra se convierte así en un claro exponente del simbolismo, movimiento que pretendía una mayor pureza para el arte, así como la búsqueda de un mundo superior ideal. Los simbolistas unían en sus trabajos erudición, crítica social y misticismo. En el Teatro, rechazaban el actor naturalista por humano, y por tanto por imperfecto.
Ubu Rey fue estrenada en París el 10 de diciembre de 1896, con un gran escándalo. Su estreno se interrumpió varias veces por los abucheos de los ofendidos y los vítores de los vanguardistas. Jarry había provocado un ataque frontal al público, hasta entonces sólo derecho exclusivo del bufón de la corte, del payaso, del cómico de variedades. Después del estreno la obra fue presentada sólo dos veces más con títeres mientras Jarry vivía.
Convencido de vivir en un mundo sin sentido, Alfred Jarry se propuso un sistema ilógico de la existencia: la patafísica. Practicó sobre su cuerpo esa filosofía hasta su autodestrucción a los 34 años. Y murió el día de Todos los Santos de 1907 de meningitis tuberculosa en el Hospital de Caridad. Apollinaire y los surrealistas redescubrieron a Jarry en 1916, lo reconocieron precursor de los pintores, compositores y poetas que rechazaban las formas tradicionales como falsas imágenes de un universo absurdo.
Jarry continuó la saga del Padre Ubú con Ubú en la colina, Ubú Cornudo y Ubú Encadenado. Pero es Ubú Rey la obra que fue representada por numerosas compañías. Su importancia radica en erigirse como canal para la renovación y ruptura del discurso y la práctica teatral contemporánea, y ser uno de los precursores del surrealismo, y del teatro del absurdo.
A día de hoy conmueve que una obra tan distorsionadora se acerque tanto a la realidad de los gobernantes autonómicos que nos tocan. Conmueve que lo verdaderamente patafísico hoy en día acontezca en ayuntamientos y palacios presidenciales donde se agrupan los Ubus como en un campo de coles.
domingo, 9 de mayo de 2010
de cuando en cuando...
de cuando en cuando
una piruleta amenaza a un lápiz
una hormiga quiere ser elefante
una nube se enfada entonces
y un fusil escupe muerte
a la vez en otro lugar
un sol amelocotona el cielo
una gota sonríe al otoño
y el aire nos alrededoriza suaves valses
mientras las miradas son libros abiertos
y gritos imposibles otras ciudades
de vez en vez
las huidas son te quieros
los reencuentros hasta nuncas
los besos bofetadas de dulces cementos
mientras los olvidos son circulares
y futuros cometas las soledades
de cuando en cuando
la abuela o la madre
el niño o la amante
la tierra o el trayecto
el edicifio o el pobre
de cuando en cuando
la vida
que es huida o estancia
broma absurda o coherencia
la vida infinitamente
que no deja de ser pese a todo
viaje sorpresa juego y magia.
sábado, 8 de mayo de 2010
Mi querido Galiardo
jueves, 6 de mayo de 2010
EL REGRESO A NINGUNA PARTE
XXX Maratón de Madrid 2010
domingo, 2 de mayo de 2010
NIGHTHAWKS Edward Hopper. 1942
Quizás la más celebre y reconocida obra de Hopper. La pintó con sesenta años. Se apercibe una clara madurez en la composición si uno regresa a sus primeras obras. Mucho más psicológica, más profunda y oscura. Todo un universo de soledades no sé si estereotipadas que son cercadas por un destino de parálisis y electricidad. En la ciudad la luz, la esperanza depende de los neones, no de los posibles cielos. Es en la noche donde los halcones se refugian, se interrelacionan, se encuentran y reencuentran con los otros halcones
Por lo visto, Hopper se inspiró en una casa de comidas de Greenwich Avenue, que estaba cerca de su casa, en la parte baja de la ciudad. Estamos frente a un bar nocturno. Lo contemplamos como si fuésemos otra más de esas figuras solitarias que busca un lugar donde quedar en quietud, silente, agrupándose con las otras soledades. Tal vez somos otro más de esos halcones, vistiendo con traje cruzado, portando un sombrero propio de la época, a punto de decidir entrar en el lugar y mezclar nuestra desidia o sencillo cansancio de monotonía de jornadas que se van acumulando y acumulando reiterativamente para ir convirtiéndonos en figuras o víctimas del sistema de la urbe que tanto pesa.
Los personajes están como atrapados en una pecera, aislados de la realidad de ahí fuera, la ciudad dormida, con presagio de un silencio que incomoda. Dentro se finge la luz del día, allí hay respuestas posibles e inmediatas en el contenido de un whisky doble, en el aroma de esa chica cuyo cuello emite una extraña mezcla de olores de polilla, tabaco, y colonia cara regalada como despido tal vez de otro amante que le dobla la edad y que por fin ha decidido regresar al abrazo de su esposa
Nuevamente hay mucho cine en este cuadro concreto. No podemos negar la evidencia. La estructura, los personajes en ese término, como esperando un movimiento de cámara que anuncie una figura misteriosa con gabardina lanzando contundente por la boca un hilo de ese humo que tanto acompañaba a aquellas figuras de entonces y que le dotaban de un misterio inigualable. Toda la composición es algo así como la Piedra Roseta del cine negro de la gran época de Hollywood, ese anterior a la caza de brujas de McCarthy y que tanto ha influido sobre muchos cineastas, Alfred Hitchcock, Robert Mulligan, Ford Coppola, David Lynch. Sí, sobre todo a este último realizador en este cuadro de colores mortecinos, presagio de algo oscuro, y luces eléctricas que tratan de esconder la sombra evidente que se cierne sobre todos ellos, no sólo los personajes que acontecen en el bar, sino esas otras figuras que duermen o no duermen encerrados en sus propias vidas o habitáculos.
También hay literatura en ese cuadro, literatura es precisamente en esencia el cine. Por ello, hay en esos matices, contextos, y atmósferas algo de los relatos de Raymond Carver, algo del viajante de Arthur Miller, algo de los personajes condenados de John Steinbeck, y de las inquietas preguntas de Truman Capote. Cine negro en estado puro. Calles norteamericanas de Dashiell Hammett. Desasosiego, desesperanza, claudicar ante el destino inexorable. Eso adivinamos en los rostros y miradas de sus protagonistas que se enfrentan claramente a destinos un poco sartrianos.
Hay también algo utópico en el cuadro que no deja de acudir a mi mente y es la posibilidad de que se trate de un decorado, no un lugar real. Es esa iluminación en el exterior del bar. Podría imaginarme que el edificio concluye en la planta tercera, donde comienza el galimatías de focos y cables pegados al techo del estudio donde se está filmando esa escena tal vez a hora matinal. Esa hora que sí que acontece ahí afuera del plató. Hay una artificialidad sutil y sugerente, unas partículas eléctricas, demasiado eléctricas en todo el ambiente. Quizás son sólo figurantes en pleno rodaje. Y por esa calle pronto aparecerán caminando Ingrid Bergman y Humphrey Bogart interpretando los papeles de una película que nunca se llegó a filmar… la segunda parte de Casablanca. Cuando Rick viaja hasta Nueva York al encuentro de Ilsa…
El naturalismo que lanza Hopper no llega a ser realista, hay algo tamizado en la imagen, es más celuloide que negativo revelado, es atmósfera respirable, es aire denso de tiempo y heridas ante los personajes de ese bar y nuestras propias miradas. La composición es teatral, mucho. El cine también es teatro filmado en muchas ocasiones, como en este cuadro general. Sí, por qué no imaginarnos la posibilidad del encuadre concluyendo en el rojo intenso y aterciopelado de los telones. Enfrentados a esa imagen un centenar de silentes figuras sentadas en sus butacas, enfrentadas a sus propias soledades. Sí, hay algo de decorado, de no realidad, o de realidad mágica en este y en tantos y tantos cuadros de Hopper.