Hace tiempo que suelo acudir a un maravilloso rincón de París donde es fácil detener las realidades y los tiempos. Su nombre es Shakespeare and Company, una librería llena de fantasmas, leyendas, memorias y libros, muy dickensiana, muy recomendable, muy obligada. Allí se puede leer todo el tiempo que se quiera, tocar el piano si uno goza más o menos de ese virtuosismo. También puedes encontrar uno de los discretos y perfectos rincones para escribir algunas notas. Eso mismo hago yo muy amenudo de día, de tarde, de noche, como se puede comprobar en la foto que encabeza este blog, tras cuya ventana se aprecia muy débilmente la imponente fachada de Notre Dame, tan elegante ahora, cuando resalta en la noche toda su límpida restauración con la iluminación que le han dotado. En una ocasión me llevé una sorpresa maravillosa. Fue en el cine. Yendo a ver "Antes de que anochezca", en inglés "Before the sunset". Ethan Hawke y Juli Delpy se reencontraban 10 años después de aquella inolvidable jornada en Viena en Paris, en Shakespeare and Company. Me dio un vuelco el corazón. Al regresar a Paris, dada mi condición de cinéfilo empedernido, ese lugar multiplicaba para mí su magia. Una magia compartida hoy en día con la niña princesa.
A Madrid, sabiendo que tendría el privilegio de poder ver la representación de toda esa talentosa compañía en la que participaba Ethan Hawke, decidí llevar el libro que compré en Shakespeare and Company y que recoge los dos guiones de las películas que nos muestran los encuentros y desencuentros del actor americano y de Juli Delpy, la actriz parisina. También quise llevar un ejemplar de mi primera novela publicada, "Ausencias", dedicada a Ethan Hawke from an actor who writes to another... Estuve esperando el domingo en la terraza de la cafetería que se encuentra junto a la salida y entrada de técnicos y artistas. Tras una hora de espera en la que pude ver la llegada de Simon Rusell -qué grande-, la de Sinnead Cusack, la de Rebecca Hall -qué maravilla de actriz, qué preciosa, qué diosa-, la de todos y cada uno de los integrantes hasta que finalmente vi llegar con paso sereno a Ethan Hawke, vestido con unos jeans, con una cazadora también vaquera y ocultando más o menos su rostro con una gorra como de bohemio artista de Praga. Me dirigí a él con seguridad y sin prisa mostrándole el libro al tiempo que le pedía si podía dedicármelo. Totalmente receptivo y sonriente mantuvo conmigo unas palabras. Pude explicarle que había ido admirando su talento desde "Explorers", pasando por "El club de los poetas muertos", hasta "Training day" y "Before the devil knows you are dead", o sea, toda su filmografía, y que poder disfrutar de su saber en el escenario era todo un regalo. Le regalé mi libro, no le quise importunar más porque le quedaban 20 minutos para la función. Nos despedimos deseándonos suerte. La mía consistía en ver si podría conseguir una entrada. Había otra oportunidad, hacer cola por ver si quedaba alguna sobrante. ¡La conseguí! ¡En primera fila!...
Imaginaos lo que fue para mí verles a todos ellos a la altura de un objetivo de cine. A tan solo un metro en ocasiones, rozando, oliendo todo ese arte casi inalcanzable.
Estoy absolutamente en contacto con ellos todavía. Todavía permanezco sentado en esa butaca. No importa la cantidad de días que pase. Sé, desde lo más hondo de mi ser, ese lugar en el que dormía mi esencia de actor, que lo que he visto ha sido de lo más importante recibido desde un escenario en esta vida.
A la salida, en la Plaza de Santa Ana, todos los actores de la compañía se encontraban con su público entregadísimo. Ethan Hawke pasó entre ellos junto a su mujer y a su bebé. Tuvimos otras breves palabras.
Creo haber recuperado la emoción del teatro, la pasión que un día me lanzó a probar pisar las tablas. Quiero hacer Teatro. Lo sé. Y quiero regresar a otras butacas de cualquier ora ciudad para seguir admirando a esa diosa llamada Rebecca. Ya hablaré de ella otro día. Buenos días mortales. Los dioses habitan entre nosotros.
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