miércoles, 29 de abril de 2009

TIERRA EN LOS OJOS

¿Os lo váis a perder?...

Los dioses habitan entre nosotros

Había conseguido entrada para el disfrute de "El Jardín de los cerezos". Pero era imposible encontrar entrada para "El Cuento de invierno". Por internet, por teléfono, personándose en la propia taquilla. Imposible. No obstante no desistí. Tenía una especial razón para ello. 
Hace tiempo que suelo acudir a un maravilloso rincón de París donde es fácil detener las realidades y los tiempos. Su nombre es Shakespeare and Company, una librería llena de fantasmas, leyendas, memorias y libros, muy dickensiana, muy recomendable, muy obligada. Allí se puede leer todo el tiempo que se quiera, tocar el piano si uno goza más o menos de ese virtuosismo. También puedes encontrar uno de los discretos y perfectos rincones para escribir algunas notas. Eso mismo hago yo muy amenudo de día, de tarde, de noche, como se puede comprobar en la foto que encabeza este blog, tras cuya ventana se aprecia muy débilmente la imponente fachada de Notre Dame, tan elegante ahora, cuando resalta en la noche toda su límpida restauración con la iluminación que le han dotado. En una ocasión me llevé una sorpresa maravillosa. Fue en el cine. Yendo a ver "Antes de que anochezca", en inglés "Before the sunset". Ethan Hawke y Juli Delpy se reencontraban 10 años después de aquella inolvidable jornada en Viena en Paris, en Shakespeare and Company. Me dio un vuelco el corazón. Al regresar a Paris, dada mi condición de cinéfilo empedernido, ese lugar multiplicaba para mí su magia. Una magia compartida hoy en día con la niña princesa. 
A Madrid, sabiendo que tendría el privilegio de poder ver la representación de toda esa talentosa compañía en la que participaba Ethan Hawke, decidí llevar el libro que compré en Shakespeare and Company y que recoge los dos guiones de las películas que nos muestran los encuentros y desencuentros del actor americano y de Juli Delpy, la actriz parisina. También quise llevar un ejemplar de mi primera novela publicada, "Ausencias", dedicada a Ethan Hawke from an actor who writes to another...     Estuve esperando el domingo en la terraza de la cafetería que se encuentra junto a la salida y entrada de técnicos y artistas. Tras una hora de espera en la que pude ver la llegada de Simon Rusell -qué grande-, la de Sinnead Cusack, la de Rebecca Hall -qué maravilla de actriz, qué preciosa, qué diosa-, la de todos y cada uno de los integrantes hasta que finalmente vi llegar con paso sereno a Ethan Hawke, vestido con unos jeans, con una cazadora también vaquera y ocultando más o menos su rostro con una gorra como de bohemio artista de Praga. Me dirigí a él con seguridad y sin prisa mostrándole el libro al tiempo que le pedía si podía dedicármelo. Totalmente receptivo y sonriente mantuvo conmigo unas palabras. Pude explicarle que había ido admirando su talento desde "Explorers", pasando por "El club de los poetas muertos", hasta "Training day" y "Before the devil knows you are dead", o sea, toda su filmografía, y que poder disfrutar de su saber en el escenario era todo un regalo. Le regalé mi libro, no le quise importunar más porque le quedaban 20 minutos para la función. Nos despedimos deseándonos suerte. La mía consistía en ver si podría conseguir una entrada. Había otra oportunidad, hacer cola por ver si quedaba alguna sobrante. ¡La conseguí! ¡En primera fila!...
Imaginaos lo que fue para mí verles a todos ellos a la altura de un objetivo de cine. A tan solo un metro en ocasiones, rozando, oliendo todo ese arte casi inalcanzable. 
Estoy absolutamente en contacto con ellos todavía. Todavía permanezco sentado en esa butaca. No importa la cantidad de días que pase. Sé, desde lo más hondo de mi ser, ese lugar en el que dormía mi esencia de actor, que lo que he visto ha sido de lo más importante recibido desde un escenario en esta vida. 
A la salida, en la Plaza de Santa Ana, todos los actores de la compañía se encontraban con su público entregadísimo. Ethan Hawke pasó entre ellos junto a su mujer y a su bebé. Tuvimos otras breves palabras. 
Creo haber recuperado la emoción del teatro, la pasión que un día me lanzó a probar pisar las tablas. Quiero hacer Teatro. Lo sé. Y quiero regresar a otras butacas de cualquier ora ciudad para seguir admirando a esa diosa llamada Rebecca. Ya hablaré de ella otro día. Buenos días mortales. Los dioses habitan entre nosotros.     

lunes, 20 de abril de 2009

El Jardin de los Cerezos

"¿Qué quiere decir eso: morir? Puede ser que el hombre tenga cien sentidos, y que sólo los cinco que conocemos perezcan con la muerte, mientras que los noventa y cinco restantes siguen vivivendo" (...)
TROFÍMOV
El Jardin de los Cerezos

Todavía continuo sentado en el patio de butacas del Teatro Español esta mañana, todavía conectado con el corazón y los cinco o cien sentidos a Ethan Hawke, Rebecca Hall, Simon Russell Beale o Sinéad Cusack.

jueves, 16 de abril de 2009

El Balneario de LAS ARENAS


Uno queda contemplando esta foto y puede sumergirse en un sin fin de historias. No solo por sentirse conectado a ese lugar como si de una vaporosa, privada y nubil Arcadia se tratara, sino porque la disposición de los elementos humanos y arquitectónicos en blanco y negro así lo proponen. Yo mismo viví muchas dulces experiencias en un lugar casi exacto al mismo de esa foto cincuenta años después. Ya no era en blanco y negro y sí en blanco y celeste. Allí sucedió mi infancia redonda y perfecta, en ese lugar maravilloso. También mi adolescencia y mis primeros besos con sabor a sal del mediterráneo infinito. Me pelaba las clases de Macroeconomía y Estadística para leer a Aleixandre y Neruda al tiempo que entregaba mi piel a ese sol enérgico que últimamente ya no nos visita como antaño. Incluso rodé una película inolvidable llamada TRANVIA A LA MALVARROSA. 
Hoy, ese mágico lugar permanece inalterable en mi memoria, así mismo casi todas mis vivencias. Prefiero visitarlo con el pensamiento y no con mis ojos, porque cada vez que se aproximan a la playa de la Malvarrosa se encuentran con esta realidad bien distinta...
 

miércoles, 15 de abril de 2009

Vida en el Teatro

Tuve el honor de compartir con él cartel en una película maravillosa, LA LUZ PRODIGIOSA de Miguel Hermoso; pero la mala suerte de no coincidir con el maestro en ninguna de mis sesiones de rodaje. Hoy he leído estas palabras suyas y he creído de justicia compartirlas con vosotros

Vida en el teatro

Ante la avalancha de manifestaciones de la cultura de masas, profundamente influenciadas o determinadas por técnicas de reproducción, los amantes del teatro suelen subrayar su excepcionalidad aludiendo a su condición de espectáculo "en vivo" que tiene lugar, como la existencia misma, en una sucesión de instantes irrepetibles, en puro presente sin retorno. Tal es ciertamente una de sus cualidades más distintivas que entraña, sin embargo, una extraordinaria dificultad para sus intérpretes. En sentido estricto, para que esa condición se cumpla el actor ha de estar -como tan bien lo definió Eugenio Barba- continuamente "en vida", es decir en constante apelación y en ejercicio de todos sus resortes psicofísicos, sin posibilidad de distracción, en acrecentada presencia.

Es fácil de entender que si el Teatro, es decir los que lo aman y disfrutan, los que lo escriben, hacen o crean, no ha de resignarse a ser una reliquia cultural tendrá que extremar ese carácter de "en vivo" planteando a sus creadores la vieja cuestión del entrenamiento, de la afinación y conservación de las facultades psicofísicas básicas e imprescindibles de su oficio: la atención, la capacidad vocal, la imaginación física, el espíritu de juego, etc. Son precisamente esas facultades las que el tiempo con más ahínco erosiona y su merma reduce irremediablemente la capacidad de comunicación del intérprete. Si las células del cuerpo humano mueren y se renuevan en un ciclo constante, ¿no habría que prestar una atención preferencial a nuestro imprescindible bagaje técnico, físico y psíquico? Y a la renovación de nuestra disciplina artística, que se alimenta de la vida y respira a la par que su receptor, el público, mediante el diálogo con otros artistas, otras claves, otras culturas.

A mi entender el estímulo y acrecentamiento de las facultades del actor que permiten que lo irrepetible del teatro se manifieste no es alcanzable únicamente a partir de la formación -por buena que ésta haya podido ser- adquirida en un Conservatorio, la práctica consciente o la guía responsable de un maestro sino, más allá de todo esto, mediante el permanente aprendizaje y el entrenamiento adecuado a cada edad y atento a la conservación de las capacidades fundamentales de su hermoso oficio. De entre ellas, me gustaría significar, además, otras que hacen del teatro un arte vivo: la intención y urgencia de decir algo, de transmitir ideas y sentires particulares con relación a nuestro entorno y extenderlos al prójimo.

¿Puede uno imaginar a un gran intérprete musical, a un pintor, a un deportista excelente que no esté comprometido con una afinación continua de sus facultades? Sólo si cada uno se sigue cuestionando, sólo a través de una inagotable búsqueda, se mantendrá viva esa incandescencia en los actores, actrices, creadores: los ves arder, pero sin llamas, desde dentro. Y ésa es una energía que alumbra, que purifica y que se propaga: la energía que hay que hacer brotar en el teatro.

José Luis Gómez

Ellos

Alguien muy especial me ha hecho esta mañana un bonito regalo. Quería compartirlo con todos vosotros...

martes, 7 de abril de 2009

los hombres...

En cierta ocasión preguntaron al Dalai Lama:

¿Qué le sorprende más de la humanidad?

Él respondió:

los hombres... 
Porque pierden la salud para ganar dinero, y después pierden el dinero para recuperar la salud. 
Porque por pensar ansiosamente en el futuro, no disfrutan el presente, por lo que no viven ni el presente ni el futuro. 
Y porque viven como si no tuviesen que morir nunca... Y mueren como si nunca hubiesen vivido.

viernes, 3 de abril de 2009

Multiplicarse

El Teatro multiplica, amplifica en nosotros la vida, y, más y mejor que ninguna otra ocupación, la pone en forma de enigma. Y me parece que este enigma no tiene otra respuesta que la invención o la imaginación con el que nos comunicamos incomprensiblemente por la poesía, por el "espíritu", por una interpretación de la realidad.

Louis Jouvet 

jueves, 2 de abril de 2009

Justicia poética

Hace poco tiempo participé como jurado en un premio literario organizado por la Casa de la Caridad de Valencia. Cada uno de los miembros del jurado tuvo que leer 144 cuentos sobre la solidaridad y la pobreza que niños de entre 10 y 12 años de distintos colegios valencianos habían escrito, optando a tres premios consistentes en un diploma y un ordenador portátil de última generación.
El día de la resolución del acta, llegamos todos más o menos puntuales. El único que una vez más llegó con su consabida media hora de retraso fue mi querido amigo Carlos Aimeur. Aimeur es una especie de personaje no explotado en alguna saga detectivesca por escribir. Como si de un nuevo Poirot se tratase llegó pidiendo disculpas a los asistentes a los que yo ya había precisado que la llagada de Carlos sería a esa misma hora a la que llegó, minuto más o menos.
Los demás habíamos adelantado apreciaciones y valoraciones antes de su llegada. Todos coincidíamos en un cuento en concreto como uno de los favoritos hasta que Carlos, ya poniéndose en materia, depositando sus carpetas con los cuentos evaluados, apreció de súbito que ese cuento en cuestión había sido copiado de internet. Lo dijo sin mirarnos a la cara, revisando sus notas y buscando otro cuento en cuestión. 
-Como este. Aquí lo único que han hecho los padres es cambiar algunas palabras.

Nos dejó a todos enmudecidos y con sonrisas tontas, de esas que se les quedan admirativamente a los personajes secundarios de relatos de Agatha Crhristie o Conan Doyle.
Todavía en silencio, no dejaba de admirar a mi buen amigo. Pero sobretodo, esa admiración sucedió de un modo inquebrantable y creo que imperecedero a la hora de discutir entre los dos cuentos últimos. Uno de esos niños se llevaría el ordenador portátil. La mayoría se decantaba por uno que no quería apoyar Carlos. El motivo de su negación era que el premio se daba desde La Casa de la Caridad, y que los niños anteriormente premiados pertenecían, sin tener que hacer uso de una gran deducción, a colegios privados y por tanto sus padres no estarían ante un serio problema económico al tener que comprarles un ordenador. No así el niño que había firmado el otro cuento que dejaba entrever una atmósfera autobiográfica en él. Se trataba, todos estábamos de acuerdo, de un niño emigrante, no sé si ecuatoriano, que a buen seguro jamás podría imaginar a sus padres pudiendo acceder a ese producto dada su difícil situación. Aimeur precisó que siendo precisamente desde La Casa de la Caridad donde se concedía ese premio, debíamos valorar este hecho y resolverlo con "justicia poética". Una representante de cierta Consellería seguía negándose. Todos los demás fuimos dando la razón. Con la mía ya contaba antes de esas reflexiones porque a mí me parecía con diferencia el mejor de todos los cuentos. 
Se le concedió el premio al niño no sé si ecuatoriano. Carlos no pudo estar presente en la posterior entrega de premios. Me llamó para preguntarme qué carita había puesto el niño. Le dije que su cara daba para otro ilusionante relato. Me preguntó qué cara había puesto la delegada con gafitas. Le dije que la misma que puso cuando él propuso que hiciésemos justicia poética. Al otro lado del teléfono soltó una risa olímpica como la de Sherlock Holmes tras explicar a Watson cómo había resuelto el caso. Y añadió 

- Me encanta ver desencajado el rostro de alguien del OPUS. 

El otro niño, de mismo uniforme azul, sacerdote relamido y padres pudientes que los otros ganadores de ordenadores portátiles se quedó con una mención especial.
Calladamente yo le di un aplauso a Carlos al tiempo que veía, cómo ese pobre niño no sé si ecuatoriano seguía incrédulo ante esa nueva herramienta, y pensé si no sería esa la forja de un nuevo Roberto Boulaño, otro García Márquez o Vargas Llosa.

miércoles, 1 de abril de 2009

cualidades de un actor


Según Richard Bolievslavski, actor y pedagogo que logró transmitir el sistema Stanislavski en Estados Unidos a partir de 1923, tal como éste lo desarrolló a principios del siglo XX, un actor ideal debe combinar en sí mismo las cualidades siguientes:

1. Talento
2. Una mente predispuesta
3. Educación
4. Conocimiento de la vida
5. Observación
6. Sensibilidad
7. Gusto artístico
8. Temperamento
9. Voz
10. Buena pronunciación
11. Rostro y gestos expresivos
12. Cuerpo bien constituido
13. Destreza
14. Plasticidad de movimientos
15. Tenacidad en el trabajo
16. Imaginación
17. Autodominio
18. Buena salud