¿Cómo no se va a lamentar esa no vida que se prolonga más allá de nuestra posible decisión de no permanencia? ¿Cómo no entristecerse ante ese caducar de nuestras pieles, carnes, ímpetus, ilusiones e inocencias? No sé cuando comenzó a lamentar don Francisco sus años. Pero supongo que fue mucho antes de alcanzar el siglo. El siglo... Denles siglos a los monumentos, a las rocas de ciertas playas, quítenselos a los hombres cuyas reminiscencias vivas no dejan de enviarles directos al encuentro de una imposible juventud pretérita.
martes, 24 de marzo de 2009
Larga vida señor Ayala
Hay rostros enciclopédicos, rostros que son libro de ensayo, poemario o recopilatorio de memoria; luces, sombras, muerte e incluso vida. Hay rostros que son paisajes de tiempo, prosa, leyenda, humo, carne y olvidos de labios impronunciables una mañana más en la que los días viajan a la velocidad de los segundos. Hay rostros que desafían centurias, guerras, repúblicas y foscas eras. Hay rostros como los de Francisco Ayala, y esos rostros al llegar a los 103 años despiden por sus serias bocas frases como estas: "Yo ya no cumplo años, los lamento"
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