lunes, 13 de mayo de 2013

Un Teatro para no olvidar este Tiempo



Artículo que me han pedido para la Universidad Miguel Hernández de Elche

            En estos momentos en los que estamos, no sé si viviendo, quizás sufriendo en Europa, una camuflada Guerra Mundial que está derivando en la aniquilación de mucho territorio socio-económico conseguido a partir de la lucha de tantos y tantos que nos precedieron; en estos momentos en los que estamos en medio de una época que no muere y otra que no termina de empezar a nacer, que es como definía Brecht un período de crisis; en estos momentos de supervivencia, más que nunca y como cada una de las veces que la humanidad se ha encontrado ante una brecha existencial, moral, ante un nuevo abismo, es cuando el Teatro ha de permanecer más vivo, y más ha de mantener su pulso, su latido, con mayor vehemencia de poética y protesta, regresando a su primitiva esencia, a su mínima expresión si es necesario, o mejor dicho si no nos queda otro remedio. Pero, ya sea mediante la danza, la expresión corporal, o con texto escrito en cualquier idioma que al cobrar viva carne y alta voz en la escena se convierte en universal lenguaje; ya sea en cualquiera de las disciplinas, debemos ponerle al hombre o a la mujer un espejo ante sus propias condiciones o naturalezas, ante sus propios momentos porque es urgente un Teatro que no haga olvidar a las personas de hoy y del mañana, el tiempo que desde hace unos años estamos viviendo donde se nos está vendiendo una problemática financiera cuando en realidad se trata de una incuestionable farsa orquestada por unos pocos que se enriquecen millones de veces más a costa de empobrecernos más o menos millones de veces a todos y cada uno de nosotros.
            El Teatro no puede dejar pasar esta oportunidad histórica. Los autores tienen una ocasión de oro de cuestionar a los dioses, esos actuales señores de corbata y pelo engominado que calibran con suavidad cifras y balances que repercuten en una mengua de nuestro bienestar social. El Teatro eso debe hacer como plataforma de pensamiento crítico y libre, aunque sufra una persecución en forma de cifra, 21%, pues es el tiempo de las cifras como armamentos tangibles, no ya las metralletas o los distintos proyectiles, sino la de los números, los porcentajes, que aniquilan a las sociedades como arma bacteriológica, poco a poco y de las más vil de las formas, que es matando las esperanzas y las ilusiones de millones de personas, que poco a poco contemplan con interrogantes funestos su fosco futuro. El Teatro tiene entonces la obligación moral e histórica de resarcir esa esperanza, esa ilusión, aunque sea en la calle bajo la lluvia, en la carpa parcheada, en el garaje prestado, en un piso cualquiera.
           
            No es momento de lamentarse demasiado. Es momento de pasar a la acción, de actuar, paradójicamente actuar, de ser conscientes desde nuestra plataforma y con nuestras herramientas propias que estamos viviendo una oportunidad única de provocar un cambio. Es momento de plantearse cambiar el mundo desde un escenario cualquiera a partir de sesenta o menos folios. Es momento de creer en ello. Es  momento de no tener miedo. Es momento de pensar menos en uno mismo y sí en conciencia colectiva. Es posible, creadores, porque es nuestro momento por mucho que pretendan lo que tantas veces a lo largo de los siglos, silenciar nuestras voces, neutralizar nuestros rostros. Jamás lo conseguirán. Porque jamás lo consiguieron. 

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