Había una vez un Circo… Primero fue en blanco y negro. Luego
fue en color. Había una vez meriendas con nocilla todavía con el uniforme del
colegio puesto, las piernas colgando en la silla de los abuelos, y los ojitos
como canicas brillantes pegados sin parpadeo alguno al televisor. Había una vez una
televisión que era como una caja en ocasiones interesantes, y no como un
artefacto plano en diseño y contenidos aberrantes. Había una vez unos seres
vestidos de rojo que nos hicieron a muchos niños reír, soñar, cantar, y sentir
que los mayores podían ser gente amable, divertida, y la vida misma algo con fácil
resolución.
Había una
vez uno de esos señores regocijados y vestidos con amplias camisolas rojas, que
despertaba una alta simpatía en el niño que fui y que tal vez vuelvo a ser esta
noche queda y no sé si triste. Tal vez porque me recordaba a mi abuelo Joaquín, tal vez
porque aquel señor tenía un ángel especial para saber traspasar con su enorme
gorra escocesa, su guiño inolvidable o su sonrisa cándida los fríos objetivos
de las cámaras, los cables y las pantallas de los televisores, para alcanzar
así los salones familiares, y quedarse a merendar con todos y cada uno de
los niños a los que se les preguntaba en grito pero con educación decimonónica:
¿Cómo están ustedes?...
Querido
Miliki, dicen que la patria de cada uno es su propia infancia, y esta noche
nuestra patria anda mucho más huérfana. Yo te llevo últimamente en el
escenario, cada vez que me encuentro arriba, en el Rialto, y siento las luces
mágicas de los focos que me devuelven a aquella vez primera en la que pediste
la colaboración de niños para tu siguiente número y yo salté para sorpresa de
mis padres en el Circo montado en la plaza de toros. Llegué corriendo el
primero. Así fue como gané mi primer “casting”. Te vi tan gigante, fui tan
feliz cuando acariciaste mi mejilla, cuando “actué” contigo. ¿Sabes?, esa fue
la primera vez que sentí el calor de los focos. Y fue contigo.
Nos
preguntaste ahí en directo, compartiendo contigo la arena del Circo: ¿Cómo
están ustedeees?...
Y
respondimos al unísono con el pecho lleno de música, travesura, triunfo y
felicidad límpida… Bien!!!... Y es cierto, qué bien estábamos contigo, qué bien que estábamos entonces…
Pero todo
eso fue una vez… Y hoy en vez de aquello, tus niños no están tan bien porque ya
se hicieron grandes, incluso Susanita, que en vez de ratón ahora tiene una
farmacia con muchos impagos, y una asfixiante hipoteca que no le permitirá si
quiera llevar al circo a sus dos hijas la próxima Navidad. Incluso Don Pepito,
que ya falleció; y Don José, que está siendo cuidado por sus hijos, sin mucha
ayuda estatal. Incluso el coche de papá, con el que se iba a pasear, con el que
el viajar era un placer, pero que fue vendido para poder pagar las deudas que
se acumulaban en la tienda con los proveedores.
Y es que a
todos nos pica la nariz, porque solo tres pelos tienen ya nuestras barbas,
porque España, Miliki querido, es ya hoy una Gallina turuleta que no pone un
huevo, que no pone dos, que no pone tres, cuando fue mucho tiempo un Circo
lleno de alegría y de color.
Creo que
deberíamos salir mañana todos a la calle con narices rojas. Y al encontrarnos
saludarnos: Hola Don Pepito… Hola Don José…Pero no sólo como señal de amable
duelo, sino tal vez como solución posible a todos y cada uno de nuestros
serios, grises y actuales días.
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