Ya cabalga Sancho Gracia por valles de nubes, utopías o ensueños.
Ya se agotaron Montoyas, Tarantos, 800 balas, 507 cajas de cigarrillos.
Ya toda la Comunidad despedirá con lamento y memoria prendida
al truhán camionero hispano, al guerrillero bruno y aceitunado.
Ya con temple, pecho hacia fuera, whisky hacia adentro.
Ya mirada felina atravesando el horizonte mismo con el trabuco.
Ya la sonrisa ladeada desafiando cualquier afrancesado horizonte
o celuloide, o telón, o claqueta, o abismo.
Ya a la mujer oscura y última entregándose con valor torero.
Ya como mandan los principales cánones de esa masculina casta que
ya tan altamente representa o preside a pie bravo,
o a lomos de cualquier erguido y blanco equino.
Ya otro menos indiscutible voraz actor de raza quijana.
Ya otro latino acanallado y rotundo se va diluyendo.
Ya el hombre de ímpetu serrano residirá ya, poco a poco,
sólo en filmotecas y anecdotarios de nostálgica resistencia
y no sé si pronto olvido.)
Ya la castiza y firme forma en las tablas.
Ya ese calibrar con intensidad de siglos un indeleble primer plano.
Ya entre doce hombres no sé si con piedad, en ese blanco y negro
con aroma a Bódalo, Merlo, Rodero, y a tabaco y café tocado.
Ya aquellos consejos y anécdotas que recibir de su nombre.
Ya la ausencia de la figura excelsa de cómico o leyenda.
Ya icono de una época fuertemente detenida en el tiempo
cuando el actor era todo un hombre con solo veinte años.
Ya todo ello como un celuloide en nebulosa.
Ya con el eco, no sé si difuso de ese consabido grito: Corten!
Ya para prolongar por siempre la Gracia
de un enorme e irrepetible Sancho.
Ya claqueta final.
Ya aplauso encendido.
Y ya el resto, sólo silencio
como bien es sabido.
jueves, 9 de agosto de 2012
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