martes, 14 de febrero de 2012

fundido a negro


Yo no soy abogado defensor,
ni soy fiscal del Estado,
no soy Juez del Supremo,
ni jurista, ni magistrado.

Solo soy un hombre, un niño,
un hermano, un sobrino,
un amigo, un profesor,
un poeta, un trabajador del campo,
una maestra de música,
un minero analfabeto, un soldado
asustado, un nieto escondido
y en el monte pasando frío,
una adolescente violada hasta la saciedad,
un inocente en un equivocado lugar,
un pensador sin mandíbula
por el golpe de la culata de un fusil,
una madre en luto sin sus cuatro hijos en abril.

Soy nacido en 1900 y 1907 y 1911 y 1915 y 1913,
y muerto antes de 1939, antes de 1939, antes de 1939...
Yo soy todos y cada uno de los 100.000 asesinados sin juicio,
soy cada uno de esos familiares sin saliva y sin noche,
sin cielo celeste ni nube blanca para el bruno olvido.
Soy el que vomita interrogantes al saber
que sólo en este lugar nuestro sucede lo que no pasa
en el resto del mundo redondo y comprensible o no comprensible.
Un hombre soy, nada más que eso, pero también nada menos.
Alguien que quiere enterrar a sus muertos, o incinerarlos en familia,
la que ya tan solo quede, anciana, última, sin agua para lágrimas,
tan solo piedra esculpida en los trágicos lacrimales.

Nada más que eso desde que eso nada más es antes de 1939, antes de 1939, antes de 1939...
Seguimos en blanco y negro... Y pronto fundiremos a negro... solo a eso...
a oscuro y contundente negro sotana, negro militar calzado,
negra tapa de códice inapelable donde ya nada más hay
que el desorden de las palabras sometidas huecamente
al galimatías descontrolado de los números...
Que regresen los muertos aunque muertos
a la dignidad de los vivos aunque no vivos.

Eso pido porque
yo no soy abogado defensor,
ni soy fiscal del Estado,
ni soy Juez del Supremo,
ni jurista, ni magistrado.
Solo un hombre soy, solo un niño...

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